Al grito de “IÁ” empieza el calentamiento, y con él, el taller de teatro, una hora y media de dramas, efectos desencadenantes y mutis por el foro. Un poco de música ayudaría a pasar el rato, pero la alegre profesora se niega a ceder, por lo tanto lo único que me queda es mirar y tomar nota de la clase.
Mis compañeros dejan de ser ellos para matar, robar, fingirse viejos y cansados, ser pareja, padre e hijo, o completos desconocidos.
Algunas veces surgen personajes épicos, tan disfrutados como repentinos, inesperados y efímeros.
Me limito a mirar serio mientras de la boca de la profesora solo sale un “blá” tan estúpido y sin sentido que muchos lo absorben, lo sienten como un tópico, escriben basándose en este axioma y creen estar en la cima, pero no, solo están jugando a escribir, actuándose a sí mismos, cursando un triste taller, que nunca muestra su cara alegre.
Facundo Cal.